¿Desde cuándo he necesitado espacio, o tú?
No tienes ni idea de hasta que punto te he echado de menos. Casi no era consciente de lo mucho que te necesitaba cuando te marchaste, y aquí estamos. Ahora somos desconocidos, seguramente las últimas personas a las que les contaríamos un secreto, cuando antaño deseábamos reunirnos para compartirlos todos. Para compartir nuestra oscuridad con la esperanza de que la luz de la persona amada descubriera que la sombra era mucho menos negra de lo que parecía estando solos.
Es curioso, porque ya ni distingo las sombras, mi vida es una noche constante sin luna que la ilumine. Como un ciego, camino a tientas con la esperanza de reconocer algo que no llega y tampoco puedo describir con palabras. Es una sensación que poca gente puede comprender, la de buscar sin rumbo algo que ni siquiera conocemos, algo que solo alcanzamos a imaginar. ¿Quién sabe? Lo mismo encontrar es lo mismo que perder. Cuando esperas algo con demasiada ansia, conseguirlo lleva irremediablemente a la decepción, porque nunca será la realidad como tu mente puede imaginarla en sus delirios de grandeza. Las ilusiones viven en la inexistencia, darles forma con realidad es matarlas sin remedio.
Por eso casi prefiero soñarte. Casi prefiero pensar que pudimos ser felices juntos en vez de intentar recuperar algo que no se con certeza si existió alguna vez, o solo es fruto de mi dolor, de mi rabia, de mis ganas de ser feliz en un mundo que le escupe en la cara a los soñadores.
¡Qué ironía! Empecé escribiendo esto pensando que te echaba de menos, y ahora me doy cuenta de que a quién echaba de menos era a mi yo de antaño. A mi inocencia, manchada hoy por tantos puñales clavados en mi espalda, por tantas despiadadas lecciones recibidas sin previo aviso. Quizás si te conociera hoy por primera vez nuestra historia sería diferente, pero el paso inexorable del tiempo no perdona a nadie, y menos a las ilusiones.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde mientras la vida te enseña a perder la fe en todo y todos. Hoy sería mejor amante para ti, mejor compañero, más comprensivo, menos orgulloso, menos egoísta… Pero, ¿no es nuestra ingenuidad y nuestra inocencia precisamente la que nos hace más egoístas, la que nos llena de orgullo, la que se pierde cuando aprendemos las lecciones dispuestas para nosotros?
Hoy seríamos mejores, pero seríamos otros. Por eso, mejor te dejaré guardada en mi memoria, y seguiré alimentando mi mente con la perfección que solo la fantasía puede proporcionarte. Hola y adiós para siempre, mi vida, mi niña, mi infancia, mi inocencia.
Os echaré de menos a todas, y vivireis por siempre en mi mente, en un baile sin fin al que nadie os ha invitado, pero en el que nunca podreis dejar de moveros.