Para reflexionar sobre las discusiones de pareja
No hay momento que sea más difícil para una pareja, que el hecho de darse cuenta de que comparten diferencias y de que estás los pueden llevar a discutir. ¿Lo peor? Ese momento en el que estás consciente de haber lastimado a alguien a quien amas con todo tu corazón, solo por el hecho de conservar intacto tu orgullo. El observar como se va, teniendo todas las ganas del mundo de decirle «quédate» y guardar silencio. Simplemente le dejas ir, aceptas la soledad como una manera de castigo por tus palabras y tus acciones. El corazón se te puede estar partiendo en pedazos, pero por fuera fingirás estar impasible. Después de todo aparentemente no hay que te pueda afectar.
Solemos cometer muchos errores por tonterías. Creemos que siempre hemos de tener la razón y nos convencemos a nosotros mismos, de que todo cuanto hacemos es por el bien de esa persona especial y que eso es algo que ella debería comprender. Y entonces ¿dónde quedan los momentos llenos de promesas de estar siempre juntos? ¿A dónde se van esas lágrimas que nunca quisimos derramar pero que sin embargo, amenazan con borrar todo lo bueno? Es tan difícil dar el primer paso para pedir perdón.
Y es que parece tan increíble que el decir dos palabras sencillas como «lo siento», se convierta en el reto más difícil al que nos tenemos que enfrentar. Aceptamos sin chistar el rechazo, las llamadas sin contestar, las evasivas, la ausencia de besos y abrazos… ¿y todo por qué? ¿Por darle gusto a nuestro ego? Y ¿después de este que nos queda sino un corazón roto y un alma herida? Parece ser que los humanos somos los únicos seres en el mundo que sufrimos por gusto, por decisión propia. Eso bien podría poner en duda nuestro lugar como la especie más inteligente.
Cuando la resignación es lo único que nos queda, los sentimientos abren paso al remordimiento y nos arrepentimos profundamente de pelear como lo hicimos, hiriendo a quien nos importa más que nada en el mundo. En ocasiones es demasiado tarde como para ello, aunque otras veces tenemos la fortuna de que aún quede algo que reparar. Y entonces que tarde llegan las disculpas, cuando era tan sencillo anteponer el amor que sentíamos en primer lugar.
Sí, duele ver como una relación se rompe sin causas de peso. Duele darse cuenta de que enamorarse, a veces es el error más grande de todos, entregar todo de ti para terminar derrumbado por cualquier malentendido. Creémos que no vale la pena sufrir, aunque después de todo, ¿quién puede considerarse afortunado cuándo no ha conocido lo que es el amor? Aunque sea tan solo para desilusionarse de él. Una vez más queda demostrado ese peculiar gusto que tenemos por sufrir. Solo que nos engañamos a nosotros pensando en que es todo lo contrario. Pero la vida es muy corta para desperdiciarla en no explorar diferentes emociones; a veces el corazón necesita estímulos, por más duros que estos puedan ser.
Personalmente, he aprendido que a lo largo de nuestros días vamos a tener que enfrentarnos con todo tipo de decepciones. No puede haber alegría sin antes conocer lo que es la tristeza. No deberíamos tenerle tanto miedo a dejarlo todo por amor, en especial cuando hemos encontrado a esa persona con la que queremos envejecer y compartir mil y un instantes.
Preservar lo que sentimos está muy por encima del egoísmo y el orgullo. Amar y ser correspondido es más valioso que los problemas que puedan surgir en una relación. Si me lo preguntas, a veces es conveniente aceptar que no siempre podemos ser acertados.